martes, 15 de julio de 2008

Luz
























La luz es lo que le otorga carácter a la fotografía, al tiempo que le da razón de ser. Puede engrandecer una situación vulgar o cotidiana al proporcionarle un fuerte contenido estético e, incluso, psicológico, en aquello que denominamos “clima”, o estropearlo todo por su extrema dureza, suavidad o, simplemente, por provenir de lado equivocado.

Luces y sombras, tonalidades, color, remiten a la fotografía como medio de representación y de creación, que va desde la abstracción pura hasta la objetividad de las fotos científicas.

Por ello el fotógrafo, además de conocer las propiedades físicas que se refieren a su composición (o balance) que se expresa en la temperatura color, intensidad, concentración o difusión, debe comprender su calidad en términos generales que, de alguna manera, es la suma de todos los elementos antes mencionados.

Todos los grandes fotógrafos, desde los paisajistas y retratistas hasta los fotoperiodistas que han hecho historia, saben que la luz es el componente esencial de sus fotografías, no sólo por el hecho de que sin luz no existe la posibilidad de impresionar el material sensible, así se trate de una película o de un captor, sino porque constituye el elemento que le da una dimensión estética al tema. Hay quienes se expresan con fuertes contrastes como se aprecia en la obra de Mario Giacomelli, Ralph Gibson o Robert Frank, o en matices con una transición de gran suavidad como vemos en Mario Cravo Neto, Man Ray o Imogen Cunningham.

W. Eugene Smith, uno de los fotoperiodistas más creativos de la historia y de un gran compromiso humanista, no eludía los temas técnicos y de realización que hacen a la fotografía —como si sucede, en cambio, con muchos aprendices de artistas—, ya que le gustaba explicar su manera de trabajar.

De la luz solar directa dijo: “el sol es con frecuencia enemigo de la deseada composición y contenido fotográfico; el sol es un destructor de zonas de sombras ... La belleza, la fealdad, los perfiles del paisaje e incluso la misma obra del hombre resultan, en mi opinión, enriquecidas en sus valores pictóricos por la luz mortecina del crepúsculo o por la débil iluminación del amanecer. Esta ha sido mi experiencia personal; al viajar a esas horas se aprecia un lujo de formas que danzan en la superficie del paisaje, dándole vida en un juego rítmico, aún a las ramas más sombreadas”.

No hay comentarios: